Un llamado a los hombres feministas

Proyecto Karnayna
7 min readApr 7, 2018

Helen Pluckrose

Queridos hombres feministas:

Es la primera vez que os escribo específicamente a vosotros. Hasta ahora, cuando me he dirigido al feminismo, he estado hablando principalmente con mis compañeras femeninas. Hice esto porque, cuando todavía era feminista, comencé a preocuparme de que el movimiento se estuviese desviando y sentí que era responsabilidad de las mujeres arreglar eso. Veía que el feminismo cambiaba de ser un movimiento de empoderamiento femenino y derechos humanos universales que aceptaba que todas las personas tuvieran el mismo valor independientemente de su género, raza o sexualidad a uno dominado por la mentalidad victimista, la política de identidad y un retorno a la evaluación de la gente por su género, raza y sexualidad. Insté a mis compañeras feministas a que no permitiesen que sucediera esto. Más tarde, abandoné el feminismo porque este cambio ideológico se había producido de una manera tan rotunda, que no podía seguir siendo parte de ese movimiento.

Incluso después de dejar el feminismo, todavía me dirigía principalmente a las mujeres como mujer y defendía la resistencia al resurgimiento del viejo y feo estereotipo de que las mujeres eran débiles, frágiles, histéricas y totalmente inadecuadas para los roles dentro de la esfera pública. Insté a otras mujeres a insistir en que no necesitamos estar protegidas de las ideas que no nos gustan y que podemos hacer frente perfectamente a los hombres que explican cosas, están en desacuerdo con nosotros, son asertivos o incluso groseros sin sufrir algo inmaterial “violencia”, clasificándonos a nosotras mismas como “oprimidas”, sucumbiendo a un colapso nervioso, o siendo marcadas de por vida. Lo que es más importante, insté a las mujeres a recordar que podemos hacerlo en condiciones de igualdad y en formas que honren y transmitan nuestra dignidad humana.

Recientemente, he escuchado mucho más de hombres feministas, así que ahora os escribo a vosotros. Tú no quieres eso — de hecho, pretendes todo lo contrario — pero, con tus palabras sobre y hacia mí y otras mujeres, insistes repetidamente en que, como soy una mujer, la mayoría me considera una inútil; que soy vista como un objeto o una posesión si soy joven y bella o irrelevante si soy mayor o menos atractiva. Tú me dices, creyendo que me estás ayudando, que el consenso general de la sociedad es que soy débil, incompetente, explotable, poco profesional y poco inteligente, y que necesito que me guíen, me hablen y me expliquen cosas simples. Debido a que crees en la versión actual del feminismo que sostiene que las mujeres son víctimas y necesitan protección y apoyo “feminista”, estás promoviendo el sexismo en mi contra, y no lo aprecio.

Durante años y años, hombres que afirman hablar en mi nombre desde la plataforma del feminismo, me han informado directa e indirectamente que puedo ser víctima de camisas de hombre, anuncios con modelos delgadas e ideas que no me gustan. Luego me dicen qué ideas no me gustan y cuáles debo apoyar. Recibo explicaciones de que soy incapaz de lidiar con el gilipollas de turno y que me quedo traumatizada si alguien es malo conmigo. Su “feminismo” me haría creer que debo temer a la violencia masculina en todo momento y experimentar a los hombres como intimidantes. Gracias a tu más suave intolerancia, parece que necesito hablar con suavidad y amabilidad y no estar nunca en desacuerdo para que las experiencias de mi vida no sean negadas, porque, como mujer, debo entender que puedo ser borrada muy fácilmente. (Sin embargo, evidentemente está bien no estar de acuerdo conmigo en que está bien no estar de acuerdo conmigo y tratarme de manera condescendiente con explicaciones de que el “mansplaining” es algo real). Tú me dices que no puedo ser escuchada en mis propios términos, que yo necesito que los hombres se callen en las redes sociales para que mi mensaje se eleve por encima del ruido y que se me den plataformas que amplifiquen mi voz, o la gente no sabrá que existo. Con mucha frecuencia me dices esto, completamente sin ironía, careciendo por completo de cualquier tipo de plataforma o de lectores significativos porque no tienes nada inteligente o interesante que decir.

Mi reacción instintiva a tu sexismo condescendiente es una indignación que raya en la ira. No vivo en este mundo antifemenino de fantasía oscura que describes. Vivo en Londres en 2018. No puedo aceptar que haya una norma social que considere a las mujeres como generalmente inadecuadas e inferiores a los hombres. En cambio, veo que esa preocupante percepción sobre las mujeres pertenecen al varón feminista. Estoy convencida de que es él el que piensa que las mujeres son así de débiles, incompetentes y pasivas, y con frecuencia me pregunto si una profunda inseguridad personal lo lleva a necesitar ver así a las mujeres. ¿Quizás necesita sentir que la sociedad lo reconoce como superior a mí porque tiene miedo de que no lo sea? Tal vez sea una mentalidad similar a los supremacistas blancos que rara vez tienen cualidades personales de las que puedan sentirse orgullosos y recurrir al racismo para sentirse superiores al menos ante alguna parte de la sociedad. En mis momentos menos caritativos, sospecho que él sabe muy bien que las mujeres son adultas competentes que se dedican por completo a la esfera pública, pero que no les gusta esto y desean hacernos dudar de ello. Creo que la palabra más bien repugnante para esto es “negativizando”.

Estas inquietudes sobre ti permanecen en lo más profundo de mi mente, aunque de vez en cuando se revelan cuando finalmente pierdo la paciencia. Intento no decir esto en voz alta porque la mejor parte de mí misma sabe que eso no es verdad. Sé que la mayoría de los hombres feministas aprecian y respetan genuinamente a las mujeres, que perciben un mundo que no les gusta y respetan a las mujeres, y que quieren ayudar. Sin embargo, esta percepción es falsa, y tú podrías descubrir esto mirando el mundo con más amplitud de lo que permite la ideología feminista contemporánea y escuchando más experiencias de mujeres que las de las mujeres que son feministas. Muchas de nosotras te diríamos lo que ahora te voy a decir:

Si realmente quieres ayudar a las mujeres, deja de suponer que necesitamos hombres que den un paso atrás si queremos lograr algo en este mundo. Deja de afirmar, implícita o explícitamente, que toda la sociedad nos ve como débiles, incapaces, ignorantes e inferiores en general. Cuando te encuentres con mujeres que no consideren que la sociedad es un lugar hostil y peligroso para ellas, donde nadie las respeta o las toma en serio, considera en no insistirles en que sí lo es. Lo más importante, no le digas a tus hijas que es así. Si crees que el condicionamiento social puede desanimar a las niñas a tener confianza y buscar acceso a profesiones dominadas por hombres y roles de liderazgo en general, no las condiciones a creer que así es como la sociedad las ve. Sobre todo, deja de tratar a las mujeres como frágiles víctimas que necesitan ser protegidas de todas las duras realidades de la vida. Hemos estado allí. No fue maravilloso. No volveremos atrás, aunque lo llames “feminismo”.

Considera no ser feminista, sino apoyar la igualdad de género de manera coherente. Aún así, puedes tener en cuenta el sexismo contra las mujeres cuando sea el caso, e incluso podrías empezar a percibir el sexismo contra los hombres. Si todavía quieres ser feminista, sé uno que empodera a las mujeres, celebra lo que hemos logrado y acéptanos como miembros influyentes y respetados de la sociedad. Si alguna vez has dicho que el feminismo es la idea radical de que las mujeres son personas, actua como si lo creyeses.

Gracias.

Helen Pluckrose es una investigadora de humanidades que se centra en la escritura religiosa por y para mujeres de la Alta Edad Media y la Edad Moderna. Es crítica con el postmodernismo y el constructivismo cultural que ve dominando en las humanidades actualmente. En Twitter @HPluckrose

Fuente: Areo

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