Postureo moral: está por todas partes, no tiene nada bueno
Justin Tosi y Brandon Warmke
Todos lo hemos hecho. Probablemente tú también. No importa lo que creamos sobre la moral o la política, todos hemos usado el discurso moral para proyectar una imagen engrandecedora y moralmente respetable de nosotros mismos. Supongamos, por ejemplo, que uno de nosotros, en un esfuerzo por impresionar a sus amigos con su excelente carácter, dice: “Hace tiempo que estoy del lado de los desfavorecidos y este caso no es una excepción. No toleraré esta injusticia, ni tampoco debería hacerlo ninguna otra buena persona”. Llamamos a esto postureo moral (moral grandstanding).
El postureo moral es algo peor que una simple molestia. Hay fuertes razones morales para evitar el postureo: lleva a la gente a adoptar afirmaciones extremas e inverosímiles, y devalúa la discusión moral pública. Pero ¿qué es y qué intentan hacer los posturetas morales?
Los posturetas quieren que los demás los consideren moralmente respetables, o incluso moralmente notables, y las contribuciones que hacen al discurso moral público tienen por objeto satisfacer ese deseo. Los posturetas, entonces, usan el discurso moral para su autopromoción. Por supuesto, cuando los posturetas hacen sus ostentosas afirmaciones sobre la justicia o los derechos humanos, pueden ser sinceros. (De hecho, sospechamos que normalmente lo son). A los posturetas menos sinceros puede que no les importe de una forma u otra su causa declarada, pero aún así quieren que los demás crean que les importa. La afirmación de un postureta podría ser cierta, o estar apoyada por razones o pruebas. Pero cualesquiera que sean las características incidentales del postureta, su principal preocupación es proyectar una imagen como la de alguien que está del lado de los ángeles. (Algunos lectores podrían recordar el recientemente acuñado y políticamente cargado término “señalización de la virtud”, pero creemos que esta expresión acarrea problemas).
¿Hasta qué punto es frecuente el postureo moral? Hay muchas pruebas empíricas que demuestran que la gente suele estar motivada para usar la charla moral para impresionar a los demás. Los científicos sociales han descubierto que tendemos a juzgarnos superiores a los demás en muchas áreas: inteligencia, amabilidad y ambición, por ejemplo. Pero cuando se trata de moralidad, nuestra voluntad de calificarnos como superiores es aún más pronunciada. Recientes investigaciones muestran que muchos de nosotros nos consideramos moralmente superiores: pensamos que nos importa más la justicia, o nos identificamos más profundamente con las víctimas de las malas acciones, o tenemos mayor perspicacia moral que la persona promedio. En términos de moralidad, tendemos a darnos muy buenas críticas.
No solo pensamos así de nosotros mismos, sino que recientes investigaciones psicológicas sugieren que también queremos que otros piensen así de nosotros. No basta con pensar bien de nosotros mismos; queremos que los demás también queden impresionados con nuestras credenciales morales. Y por eso nos entendemos.
El postureo adquiere muchas formas. En un intento de impresionar a sus compañeros, los posturetas inventan cargos morales, se agrupan en casos de avergonzamiento público, anuncian que cualquiera que no esté de acuerdo con ellos está obviamente equivocado, o exageran las manifestaciones emocionales. Sin embargo, hay una forma particularmente preocupante de postureo, a la que llamamos aumento intensificado.
Consideremos este ejemplo:
Ann: “El comportamiento del Senador estuvo mal. Debería ser censurado públicamente”.
Biff: “Si nos preocupara la justicia, deberíamos pedir su destitución. No podemos tolerar ese tipo de comportamiento, y no lo toleraré”.
Cal: “Como persona que ha luchado durante mucho tiempo por la justicia social, simpatizo con estas sugerencias, pero quiero sugerir que deberíamos presentar cargos criminales. ¡El mundo está mirando!
El aumento intensificado se produce cuando los comentaristas hacen afirmaciones cada vez más fuertes con el fin de superarse unos a otros. Cada uno quiere mostrar mayor perspicacia moral y cuidado por la justicia, y una forma de hacerlo es plantear afirmaciones cada vez más extremas. Cuando se acelera, la discusión se convierte en una carrera armamentística moral.
Es por eso que el postureo moral puede ser tan dañino. El aumento contribuye a la polarización grupal, donde los individuos llegan a tener opiniones más extremas después de deliberar con otros, en lugar de avanzar hacia un consenso moderado. El resultado de una carrera armamentística moral es que la gente tenderá a adoptar puntos de vista extremos e inverosímiles, y se negará a escuchar al otro lado. La polarización hace que el compromiso sea más difícil. El ganador de la carrera de armas morales es el justo y el puro. ¿Y por qué deberíamos comprometernos con los moralmente impuros? Este es un resultado especialmente malo en las sociedades democráticas.
Otra consecuencia del postureo es que mucha gente deja de tomarse en serio las conversaciones morales. Se vuelven cínicos sobre las afirmaciones morales que escuchan en el discurso público porque sospechan que el orador está simplemente tratando de mostrar que su corazón está en el lugar correcto, en lugar de tratar de ayudar a otros a averiguar lo que debemos hacer o creer. Los observadores pueden llegar a pensar que todas las reivindicaciones morales son casos de postureo moral. En otras palabras, el postureo devalúa la moneda social del discurso moral. El discurso moral llega a ser visto como un negocio desagradable: un campo de batalla para la gente que trata de demostrar que están en el lado correcto de la historia. Al degradar el discurso moral, la convertimos en una herramienta menos útil para lograr objetivos más importantes que la promoción de la reputación.
Después de leer acerca del postureo y por qué es malo, podría ser tentador averiguar cómo identificar positivamente los casos de postureo y acusarlos de posturetas en público. Sin embargo, esta es la respuesta equivocada. Por un lado, emitir condenas públicas de postureo refleja tener mal las prioridades, como el postureo mismo. El punto del discurso moral público no es separar a los moralmente puros de los pretenciosos. Está para ayudarnos a entender y abordar los problemas morales graves. Denunciar a individuos concretos por sus faltas puede hacer que el acusador se sienta poderoso, pero es poco probable que realmente resulte verdaderamente beneficioso. Lo más probable es que se le devuelva el cargo de postureo, o que se desarrolle una inútil discusión pública sobre lo que hay en el corazón de alguien.
El problema es que es difícil saber si alguien realmente es importante. Para ver por qué, piensa en un caso similar: la mentira. Es difícil saber si alguien te está mintiendo, o si simplemente te está diciendo algo que es falso, porque mentir implica un engaño intencionado. Es difícil saber qué hay en la cabeza de otra persona, incluso si hay indicadores ocasionales. Lo mismo ocurre con el postureo. Los posturetas quieren ser vistos como moralmente respetables. Pero a menudo es difícil saber si este deseo está realmente en la cabeza de alguien simplemente por señales en su conducta. Esta es una buena razón para no ir por ahí acusando a la gente de postureo. Probablemente no sabes lo suficiente para justificar la acusación.
Así que pensar en el postureo debe llevar a la autorreflexión, no a un llamado a las armas. Un argumento en contra del postureo no debería ser usado como un garrote para atacar a la gente que dice cosas que no nos gustan. Es más bien un estímulo para reevaluar por qué y cómo hablamos sobre temas morales y políticos. ¿Vamos bien con nuestro discurso moral? ¿O estamos tratando de convencer a los demás de que somos buenos?
Justin Tosi es investigador posdoctoral y profesor de filosofía en la Universidad de Michigan. Su trabajo ha sido publicado en Philosophy & Public Affairs, Legal Theory, y Pacific Philosophical Quarterly, entre otros medios.
Brandon Warmke es profesor asistente de filosofía en la Universidad Estatal de Bowling Green. Su trabajo ha sido publicado en Philosophy & Public Affairs, Australasian Journal of Philosophy y Philosophical Studies, entre otros.
Fuente: Aeon
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