El lavado de dinero del alma: La insoportable levedad de la desconexión moral
Una introducción a los mecanismos psicológicos, descritos por el psicólogo Albert Bandura, que permiten a las personas hacer cosas malas sin sentirse mal.
por Noam Shpancer
Tal vez fue el reciente hilo constante de titulares informando sobre la prohibición de refugiados, inmigrantes abatidos a tiros, y cementerios profanados lo que me hizo pensar en la capacidad humana para hacer a los demás lo que no queremos que otros nos hagan a nosotros; la facilidad con la que llegamos a lastimar a otros en formas que poco tiempo antes nos hubieran parecido inconcebibles y que sin duda nos parecerán de nuevo en un futuro no lejano; nuestra capacidad para poner en suspenso nuestros principios morales e ignorar — o peor aún, perpetrar — conductas crueles que están en clara violación de los principios morales que decimos abrazar.
Hacemos esto con una facilidad sorprendente, a menudo basando episodios sostenidos de maldad deliberada en el razonamiento nebuloso. Para citar al escritor Loren Eisley, los seres humanos “matan por ideas sombrías más ferozmente de lo que otras criaturas matan por comida”. Y lo hacemos con deleite. Como ha señalado el filósofo británico Jonathan Glover, “la fascinación y preocupación de nuestra especie por infligir brutalidad sobre sí misma, el esfuerzo innovador y dedicado a la tarea y la emoción visceral de ella son similares en su intensidad a la preocupación humana con el sexo”.
Un intento resonante de describir los mecanismos psicológicos que permiten a las personas hacer cosas malas sin verse como personas malas se puede encontrar en los escritos del psicólogo Albert Bandura. Este nombre, aunque lejos de ser familiar, podría sin embargo hacer sonar alguna campana. Bandura es el investigador detrás de los famosos experimentos Bobo Doll de los años 60, en los cuales los niños pequeños, habiendo presenciado un modelo agresivo de conducta contra una muñeca de juguete inflable, precedieron a imitar la interacción agresiva, y a elaborarla creativamente, cuando fueron colocados un poco más tarde en presencia de la muñeca.
Según Bandura, la conducta moral exige una autorregulación constante y activa. Por desgracia, “hay muchas maniobras psicosociales mediante las cuales las auto-sanciones morales se separan selectivamente de la conducta inhumana”. En otras palabras, nuestra auto estructura interna, al igual que nuestra estructura social externa, requiere esfuerzos reguladores activos para mantener la maldad, malversación y crueldad en jaque. Sin embargo, al igual que las agencias reguladoras sociales pueden ser corrompidas con malos fines, también nuestros reguladores internos pueden trastocarse, y pasar a proveer una cobertura psicológica para nuestras transgresiones.
Esto, por supuesto, es una debilidad inherente en cualquier sistema autónomo. Bob Dylan, el poeta premiado con el Premio Nobel, canta sobre el tema:
El pastor hablaba. Hay un sermón que dió
Dijo que la conciencia de cada hombre es vil y depravada
No puedes confiar en que sea tu guía
Cuando eres tú quien debe mantenerla satisfecha
El físico Richard Feynman ha escrito que “el primer principio es que no debes engañarte a ti mismo, y eres la persona más fácil de engañar”. Esta visión puede aplicarse a los asuntos humanos en general, pero quizás en ninguna parte es más urgente que en el reino de conducta moral. El trabajo de Bandura ha elucidado ocho mecanismos psicológicos de autodesconexión que contribuyen a engañarnos hacia la inhumanidad, neutralizando nuestra auto-regulación moral:
1. El primer mecanismo es la justificación moral. “La gente normalmente no se involucra en conductas dañinas hasta que se han justificado a sí mismos la moralidad de sus acciones”, argumentó Bandura. “En este proceso de justificación moral, la conducta perjudicial es hecha aceptable personal y socialmente, presentándola como sirviendo a propósitos socialmente dignos o morales.”
En otras palabras, para conseguir que un hombre bueno haga algo malo, no necesita hacer que el hombre bueno sea malo, sino que haga que lo malo parezca bueno. Hacer que los soldados maten no se consigue remodelando a sus personalidades hacia el mal, sino reimaginando el asesinato como bueno, noble y necesario para proteger valores apreciados. Bandura cita a Voltaire, “Aquellos que pueden hacerte creer absurdos pueden hacerte cometer atrocidades”.
2. Etiquetado eufemístico. Bandura escribe: “Las acciones pueden tomar apariencias muy diferentes dependiendo de cómo se las llame”. El lenguaje afecta cómo nos sentimos y pensamos acerca de las cosas que describe, en gran medida porque el lenguaje es bidimensional: Las palabras denotan y connotan significado. Diferentes frases que denotan la misma cosa pueden connotar cosas distintas, resonando así de manera diferente en las mentes de aquellos que las pronuncian y las escuchan. “Matar al perro” y “poner al perro a dormir” denotan la misma acción, pero ofrecen connotaciones muy diferentes.
Así, el lenguaje saneado puede enmascarar la verdadera naturaleza de un evento de la misma manera que un cementerio bellamente ajardinado hace que nuestro encuentro con la idea de la muerte y la decadencia sea más apetecible, menos aversivo. O, según Bandura, “las misiones de bombardeo se describen como ‘el servicio al objetivo’, a semejanza de una utilidad pública. Los ataques se convierten en ‘golpes limpios, quirúrgicos’, despertando imágenes de actividades curativas. Los civiles que las bombas matan se convierten lingüísticamente en ‘daños colaterales’”.
Y el lenguaje saneado también es, por supuesto, el lado oscuro de la corrección política extrema, que, en nombre de evitar ofensas, también puede oscurecer la verdad. “Hecho alternativo” es más suave que “mentira”. Pero el uso de la palabra más suave no puede borrar el hecho real ni las duras implicaciones de la mentira en el mundo real, más de lo que hablar de “conocimiento alternativo” puede borrar el hecho real ni el impacto concreto de la ignorancia en el mundo real.
3. Comparación ventajosa. Esto se refiere al hecho de que “la manera en que vemos el comportamiento es matizada por aquello con lo que se lo compara”. Tal vez le robé su reloj, va la lógica, pero no te maté, así que no soy tan malo, y tú debes parar el agolpamiento. De hecho, debería darme las gracias. Bandura señala que “la destrucción masiva en Vietnam fue minimizada al retratar la intervención militar estadounidense como salvando a la población de la esclavitud comunista”. Es cierto que nuestras acciones militares han resultado en masivas bajas civiles, pero no tenían la intención de matar a civiles ahí.
4. Desplazamiento de la responsabilidad. “La auto-exención de grotescas inhumanidades a través del desplazamiento de la responsabilidad se revela de manera más espantosa en las ejecuciones masivas socialmente consensuadas”, escribe Bandura. “Los comandantes de prisiones nazis y sus subordinados se despojaron de la responsabilidad personal por los actos inhumanos sin precedentes que cometieron… Afirmaron que simplemente estaban llevando a cabo órdenes”. En el famoso experimento de obediencia de Milgram, los “maestros” participantes asignaron la responsabilidad de administrar descargas eléctricas punitivas a inocentes “aprendices” sentados en las cercanías del sujeto del experimento, incluso cuando eran los mismos “maestros” los que ejecutaban el shock eléctrico.
5. La difusión de la responsabilidad ocurre cuando “el sentido de la agencia personal se oscurece, difundiendo la responsabilidad personal”. Esto puede lograrse de varias maneras.
En primer lugar, la división del trabajo puede difundir la rendición de cuentas. Si cada persona estaba a cargo de sólo una pequeña parte de la bomba, entonces ninguno de ellos habría construido la bomba.
La toma de decisiones en grupo es otra manera de difundir la responsabilidad. Cuando el grupo decide juntos, las personas que conforman el grupo no se sienten individualmente responsables de la decisión.
Finalmente, la acción colectiva puede difundir el sentido de la responsabilidad individual. Si cien personas saquean la tienda, ningún individuo es completamente responsable de la destrucción acumulada causada por el saqueo. Después de todo, sólo me lleve un TV. No soy responsable de la devastadora pérdida del inventario total de la tienda.
6. Minimizar las consecuencias. El control moral puede verse debilitado cuando los efectos de las acciones inmorales no son tenidos en cuenta o son distorsionados. Según Bandura, este mecanismo puede operar en dos niveles. La “versión débil” implica minimizar el daño. No fue para tanto; no era gran cosa. Si la minimización no funciona, puede recurrir a la “versión fuerte” de esta estrategia: desacreditar la evidencia del daño en conjunto. “Mientras los resultados nocivos de la conducta sean ignorados, minimizados, distorsionados o desacreditados, hay poca razón para que se autorice la autocensura”. Es más fácil psicológicamente despachar un misil que mata a mil personas que no puedes ver o escuchar, que apuñalar a una persona hasta la muerte con un cuchillo, porque es más fácil ignorar aquellas consecuencias que no se experimentan de cerca.
7. Deshumanización. Un profesor mío de ciencias políticas señaló una vez que un indicio seguro de que un político se está preparando para postularse a la presidencia, es que su cabello empieza a verse muy bien en la televisión. De una manera diferente pero similar, un signo seguro de que nos estamos preparando para hacer daño a otro grupo es que empezamos a pintarlos como menos que totalmente humanos. No sólo “no somos nosotros”, sino que también son “no como nosotros”. Y no sólo “no son como nosotros”, sino que también son “menos que nosotros”.
Escribe Bandura: “La autocensura de la conducta cruel puede desconectarse al despojar a la gente de las cualidades humanas. Una vez deshumanizados, ya no son vistos como personas con sentimientos, esperanzas e inquietudes, sino como objetos subhumanos … Son retratados como brutos “salvajes”, “gooks” (peyorativo de los asiáticos común durante la guerra de vietnam) y miserables despreciables “(como, digamos,” violadores “ “asesinos”, “bad hombres”, etc.).
8. Atribución de la culpa: “Culpar a los adversarios o las circunstancias es todavía otro expediente que puede servir a los propósitos auto-exonerativos”, según Bandura. Podemos despedir, rechazar o tomar represalias contra una víctima de violación una vez que nos hayamos convencido de que ella lo estaba pidiendo, que ella había provocado el ataque con su ropa provocativa o su estado intoxicado; que se lo merecía por su propensión a la promiscuidad.
Bandura señala que la culpabilización de la víctima de abuso es más perjudicial, psicológicamente, que la crueldad reconocida. “El maltrato que no está revestido de justicia hace culpable al perpetrador y no a la víctima. Pero cuando las víctimas son culpadas de manera convincente por su difícil situación, pueden eventualmente llegar a creer las caracterizaciones degradantes de sí mismos.” Si usted dice a los pobres que su situación se debe a su pereza en contraposición a las condiciones sociales destinadas a explotarlos, entonces con el tiempo ellos mismos llegarán a creer la mentira, y comportarse de maneras que lo refuerzan.
Según Bandura, la gente decente no se transforma en agentes de la inhumanidad de la noche a la mañana, sino gradualmente. El proceso que ha descrito suena tan familiar para los aficionados a la historia como lo hará para los adictos a las noticias:
Las prácticas de desvinculación no transformarán inmediatamente a personas consideradas en crueles. Por el contrario, el cambio se logra mediante la liberación gradual de la autocensura. Es posible que las personas ni siquiera reconozcan los cambios que están experimentando. Inicialmente, realizan actos agresivos más leves que pueden tolerar con cierta incomodidad. Después de que su auto-reprobación ha disminuido a través de repetidas acciones, el nivel de crueldad aumenta, hasta que finalmente los actos originalmente considerados como abominables se pueden realizar con poca angustia personal o auto-censura. Las prácticas inhumanas se vuelven rutinarias.
Bandura ha identificado varias condiciones bajo las cuales tales cambios hacia la inmoralidad son más probables de suceder.
En primer lugar, la ideología es más peligrosa que el capricho en contexto. “Las amenazas masivas contra el bienestar humano provienen principalmente de deliberados actos de principio, y no de actos de impulso desenfrenados”.
Segundo, los sistemas que se inclinan hacia la autocracia son más propensos a moverse hacia la inmoralidad que aquellos de inclinación democrática:
Los sistemas sociopolíticos monolíticos que ejercen un estricto control sobre los sistemas institucionales y de comunicaciones pueden ejercer un mayor poder de desvinculación moral que los sistemas pluralistas que representan diversas perspectivas, intereses e inquietudes. La diversidad política y la protección institucional de la disidencia permiten desafíos para sospechar de las apelaciones morales.
Tercero, el acceso a la información y las actitudes del público sobre la información juegan un papel importante en si las presiones sociales sistémicas hacia la conducta inmoral tienen éxito. “El limitado acceso público a los medios de comunicación ha sido un obstáculo importante para la influencia recíproca en políticas y prácticas sociales perjudiciales. El escepticismo sano hacia las pretensiones morales pone un nuevo control sobre el mal uso de la moralidad con fines inhumanos.”
Para Bandura, el remedio se encuentra en “el compromiso resuelto de los mecanismos de la agencia moral”. Esto nos obliga a resistir la presión social en sentido contrario.
En el ejercicio de la moral proactiva, las personas actúan en nombre de principios humanos aún cuando las circunstancias sociales dictan conductas oportunas, transgresoras y perjudiciales; rechazan el uso de fines sociales valiosos para justificar medios destructivos; sacrifican su bienestar por sus convicciones; asumen la responsabilidad personal por las consecuencias de sus acciones; siguen siendo sensibles al sufrimiento de otros; y ven las similitudes humanas en lugar de distanciarse de los demás o despojarse de las cualidades humanas.
En particular, las prácticas institucionales que “aíslan a los estratos más altos de la responsabilidad por las políticas perjudiciales que presiden”, los discursos que “ocultan actividades inhumanas a través del saneamiento del lenguaje” y las prácticas corporativas que tienen “efectos perjudiciales para el ser humano” deben ser “monitorizadas, sujetas a sanciones negativas, y ampliamente informadas para obtener el apoyo público necesario para cambiarlas”.
Observaciones convincentes, me parece. Y me atrevo a decir, oportunas…
Noam Shpancer es profesor de psicología en la Universidad Otterbein de Westerville, Ohio, y es psicólogo clínico del Centro de Terapia Cognitiva y Conductual de Columbus, Ohio. Lea más sobre su trabajo en Psychology Today.