Cosas que he aprendido (hasta ahora) sobre cómo hacer ética práctica

Proyecto Karnayna
14 min readFeb 18, 2022

--

Brian D. Earp

Hace unos meses tuve la oportunidad de revisar algunos viejos poemas que había escrito en el instituto. Algunos, pensé, eran bastante buenos. Recordaba de otros haber pensado que eran buenos cuando los escribí, pero ahora me parecen vergonzosamente malos: pseudoprofundos, llenos de tópicos, marcados por una retórica vacía en lugar de un contenido significativo. Hoy he tenido una experiencia similar con mi serie de artículos aquí en el blog de Practical Ethics. Y ¡oh, la de cosas que he aprendido!

Estas son algunas de las lecciones que han cambiado mi forma de pensar, o que han informado mis puntos de vista sobre “hacer” ética práctica — en particular en un contexto de compromiso público — desde mi primera entrada del blog en 2011:

1. El hecho de que (según creo) algo sea moralmente inadmisible, no significa que deba prohibirse

Esta constatación se produjo en respuesta a las considerables reacciones que suscitó mi primer artículo sobre la ética de la circuncisión infantil. Como escribí al reflexionar más tarde: “Hay un largo camino desde poner en orden los propios principios éticos hasta determinar qué cambios sociales y legales podrían ser los más sensatos y eficaces para lograr el resultado que uno espera, con un mínimo de daños colaterales en el camino. Hasta que no se cambien suficientes corazones y mentes en esta cuestión, cualquier prohibición por la fuerza sería un error”. Obsérvese que este tipo de razonamiento no descarta por completo una prohibición; solo llama la atención sobre una serie de consideraciones pertinentes acerca de cuándo, y en qué circunstancias, una prohibición sería más eficaz (si es que resulta necesaria). Me he dado cuenta de que, sobre todo cuando las prohibiciones legales se establecen antes de que la cultura esté preparada, pueden resultar contraproducentes y provocar más mal que bien; y a veces, su mera propuesta puede desencadenar leyes reaccionarias que acaben consagrando la misma práctica que se cuestiona. Para saber más sobre mi opinión acerca de este tema, en relación con la circuncisión infantil en particular, véase la sección de post scríptum más abajo.

2. La mordacidad es una de las estrategias retóricas menos efectivas, si tu objetivo es cambiar la opinión de alguien

A veces escribía sobre temas polarizantes, ante muchas personas que probablemente estarían de acuerdo con mi punto de vista, y otras que se opondrían con firmeza. En algunos de mis primeros artículos, adoptaba ocasionalmente un tono “mordad”, poniendo los ojos en blanco ante las opiniones “absurdas” de mis oponentes. Aprendí con rapidez es que esto me hacía ganar muchos puntos con los que ya compartían mi posición, pero no lograba casi nada para conseguir que mis oponentes reconsiderasen la suya. Creo que incluso los indecisos se desanimaban con ese tono argumentativo, en lugar de sentirse atraídos por las ideas que yo presentaba.

Ahora bien, no creo que nunca haya lugar para la mordacidad en la ética práctica, o para el sarcasmo, la ironía, o poner los ojos en blanco. Y creo que algunas personas pueden verse inspiradas a reconsiderar sus opiniones cuando se enfrentan a una toma de posición sardónica. Yo mismo, por ejemplo, me he visto inspirado a reconsiderar mis puntos de vista sobre la base de ataques bastante fuertes — a pesar de una reacción inicial de defensa — en al menos un par de ocasiones. No obstante, como estrategia general, creo que es probable que uno sea mucho más persuasivo si se toma en serio las opiniones de sus oponentes y trata de responder a ellas con la mayor caridad posible. Quizá sea una lección obvia, pero creo que es bueno recordarlo.

3. Alguna gente no está de acuerdo contigo de buena fe; otra solo les interesa “ganar” una discusión. No pierdas el tiempo con estos últimos

Considere esto como un apéndice a mi punto anterior. El resultado es el siguiente: aunque la caridad es una virtud en la ética práctica pública, no siempre se justifica en todos los debates. A veces, la persona con la que se debate está mucho más interesada en “ganar una discusión” que en tratar de comprometerse, de buena fe, con la perspectiva que se plantea. Me he dado cuenta de que esto es un problema particular en los lugares “en línea”: Páginas de Facebook, Twitter y las secciones de comentarios de los blogs. Creo que la palabra “troll” tiene cierta aplicabilidad en este caso, y pronto podrás averiguar si es eso a lo que te enfrentas.

Pero no te rindas tan fácilmente. Creo que hay un “punto ideal” para participar en el debate público, de modo que a veces un comportamiento un poco troll (o una aparente intransigencia) es solo temporal, un mero reflejo al enfrentarse a una posición que uno encuentra sorprendente o no intuitiva. Por tanto, un poco de paciencia, al menos al principio, puede conducir a veces a un diálogo fructífero. La cuestión es estar en guardia. Dale una oportunidad a las cosas, si tienes tiempo y energía, pero aprende a reconocer cuando no va a ninguna parte productiva. Solo entonces, corta la cuerda.

4. Los “hechos” a los que la gente recurre para respaldar sus argumentos a menudo son resbaladizos

Una cosa que he notado es que la gente (incluyéndome a mí) a menudo apela a un estudio científico o dos en apoyo de un argumento empírico clave, como si eso resolviera el asunto a su favor. Sin embargo, la ciencia es un desorden. Esto es cada vez más evidente en los campos de la ciencia que se refieren a la salud, la felicidad y el comportamiento humano, es decir, los ámbitos de investigación que tienen más probabilidades de ser relevantes para los debates sobre ética práctica. De esto se desprenden un par de puntos. En primer lugar, hay que tener un poco de precaución. Especialmente cuando se revisan las afirmaciones de la medicina o la psicología, hay que tener en cuenta los debates sobre el sesgo de publicación, las dificultades para replicar los principales hallazgos, la ignorancia estadística generalizada, los “grados de libertad de los investigadores”, el giro, la aplicación errónea de los hallazgos a contextos en los que es menos probable que se mantengan (y otras formas de extrapolación injustificada), y otras cuestiones polémicas en la filosofía y la sociología de la ciencia. En segundo lugar, y en relación con esto, creo que a menudo es mejor formular los argumentos como condicionales más que como dados. En otras palabras, normalmente se estará en una base más segura, dependiendo de la fuente de la disputa empírica, si se dice “si X resulta ser el caso, entonces parece seguirse esta implicación ética”, que si se dice “dado que X es el caso, entonces se sigue esta implicación ética”.

5. El valor de la autonomía no puede ser simplemente asumido; necesita ser defendido (y aplicado con matices)

Una última cosa que he aprendido — tomando en serio las opiniones de los antropólogos — es que el valor de la “autonomía” al estilo occidental como base del derecho y la ética médica no es universalmente apreciado. Esto puede estar bien, siempre que lo que se discuta sea una cuestión corriente, bien contextualizada y analizable de forma significativa en términos de normas metaéticas compartidas. Pero muy a menudo, y de hecho cada vez más en las sociedades modernas, los temas de disputa ética trascienden la comprensión “local” de lo correcto y lo incorrecto. Por lo tanto, la resolución de estas disputas requiere un aprendizaje serio y un compromiso sincero con las normas y valores del “otro” grupo cuyas prácticas se busca criticar. Esto no significa que haya que adoptar una actitud de relativismo moral de “todo vale”. Ni mucho menos. Pero sí significa que hay que hacer algunos “deberes” importantes si uno quiere que sus críticas sean tomadas en serio por aquellos cuyo universo moral puede estar formado por consideraciones diferentes. Por si sirve de algo, algunas de mis reflexiones sobre el valor de la autonomía en el contexto del desacuerdo intercultural pueden verse en este breve ensayo.

6. ¿Y qué más?

Hay mucho más que he aprendido en el camino. Gran parte de ello sigue revolviéndose en mi inconsciente, dando forma a mi pensamiento y a mi escritura de manera sutil; otras lecciones simplemente no me han venido a la mente mientras estaba sentado frente al teclado en este momento. Puede que añada más cosas más adelante, cuando se me ocurran. Pero me gustaría saber qué han descubierto otros a través de sus propias experiencias de “hacer” ética práctica, especialmente en entornos públicos (en lugar de formalmente a través de la literatura publicada) y estaría agradecido por cualquier “consejo” que pudiera poner en la sección de comentarios a continuación. ¿Qué funciona? ¿Qué no funciona? ¿Cómo ha cambiado su enfoque del debate a lo largo de los años? ¿Por qué?

POST SCRÍPTUM: ¿Cuándo sería la prohibición una buena idea, y qué tiene de malo el término “mutilación”? Un post scríptum sobre la circuncisión infantil

Un lector (ver la sección de comentarios) preguntó por qué no abogo por la prohibición de la circuncisión no terapéutica (CNT) ni consensuada, dado que creo que es moralmente inadmisible; y se pregunta también por qué no uso la expresión “mutilación genital masculina” para referirme a está práctica. Aquí está mi respuesta:

El punto de fricción parece ser la conveniencia de una “prohibición” legal de la CNT, así que permítanme tratar de responder a sus preocupaciones. En primer lugar, varios juristas han argumentado de forma convincente que la CNT ya es ilegal con base a las definiciones aceptadas de agresión criminal en muchas jurisdicciones occidentales, por lo que una “prohibición” puede que ni siquiera sea necesaria en algunos Estados/países, sino más bien la aplicación de la ley existente. Sin embargo, hay otros puntos a tener en cuenta. En primer lugar, la situación es muy diferente en Europa (supongo que escribe desde Alemania) que en Estados Unidos. En EE.UU., la circuncisión no se considera una costumbre religiosa, aparte de que se practica entre el ~1,7% de la población que es judía (exceptuando a los que son ateos o no religiosos, que es una proporción bastante grande) y el 1% aproximadamente que es musulmana. Entre el resto de la población, la circuncisión es una norma cultural dominante, y se considera (aunque erróneamente) un procedimiento casi “médico” — bueno para la salud y la higiene — o simplemente más atractivo desde el punto de vista estético. Estas actitudes parecen estar cambiando (y las tasas de circuncisión están disminuyendo), pero lo que quiero decir es que la circuncisión no terapéutica se da tan por sentada en la cultura estadounidense, que actualmente hay muy pocas posibilidades de que una propuesta de prohibición sea ratificada, por cualquier legislatura, en cualquier parte del país (y mucho menos a nivel federal).

De hecho, cuando se propuso recientemente una prohibición, en San Francisco, provocó una reacción violenta, incluyendo una ley posterior que se aprobó para proteger formalmente la CNT, haciéndola inmune a futuros desafíos legales (algo similar ocurrió en Alemania). Esto es exactamente a lo que me refiero sobre los posibles efectos negativos de impulsar “prohibiciones” antes de que la cultura esté preparada para ello. Estas maniobras legales tan contundentes pueden dar lugar a esfuerzos reaccionarios, lo que dificulta aún más la eliminación de la práctica. Por lo tanto, si su objetivo es deshacerse de la NTC, debe considerar: “¿Cuál es la forma más eficaz de lograr este resultado?” En Estados Unidos, en cualquier caso, la respuesta a esta pregunta no es, en mi opinión, “intentar aprobar una prohibición”, sino más bien “intentar cambiar la actitud de la gente a través del activismo social, la argumentación ética y la regulación gradual, de modo que una propuesta de prohibición en el futuro no conduzca a leyes específicas que realmente protejan la CNT de ser desafiada legalmente”. Creo que la CTN no es ética; creo que no es no es coherente con las normas de la medicina; creo que entra en tensión con numerosos principios jurídicos, y creo que viola varias leyes. Sin embargo, en Estados Unidos, el único esfuerzo real para “aprobar una prohibición” fue tan dramáticamente infructuoso que condujo al resultado precisamente opuesto a lo esperado.

Creo que los estadounidenses son lo suficientemente conscientes desde el punto de vista moral para poder cambiar de opinión sobre este tema, siempre que se enfrenten a argumentos éticos reflexivos, las historias de hombres que han sufrido (física, psicológica o ambas) con sus circuncisiones, y otras formas de concientización. Una vez que las tasas son lo suficientemente bajas, y las actitudes se han desplazado en contra de esta viejas costumbres, entonces creo que una prohibición propuesta podría tener éxito. Mientras tanto, sin embargo, tal resultado es improbable, desde mi punto de vista, y presionar por una prohibición en este contexto probablemente alejará a muchas de las personas que de otra manera estarían dispuestas a reconsiderar sus puntos de vista.

En Europa la situación es muy diferente. En Europa, la circuncisión se asocia casi exclusivamente a la práctica judía y musulmana, por lo que el debate se centra en las reivindicaciones de derechos contrapuestos: el derecho del niño a la integridad corporal y el derecho de los padres a practicar su religión. Estoy de acuerdo en que las creencias religiosas de un padre no pueden justificar moralmente la extirpación de una parte sana del cuerpo de su hijo, y he planteado varios argumentos a tal efecto en artículos anteriores. Sin embargo, la cuestión también en Europa es cuál sería el efecto de una prohibición. Usted ha mencionado el caso de la MGF. Como debe saber, en Inglaterra, en cualquier caso, MGF ha sido “legalmente prohibida” desde 1985 y, sin embargo, no ha habido enjuiciamientos previos a este mes en todo el tramo de tiempo transcurrido desde entonces. Está claro que la “prohibición” no ha servido para erradicar esta conducta moralmente problemática, sino que ha continuado en la clandestinidad o se ha producido durante los viajes al extranjero a países más permisivos. También se ha argumentado que la “prohibición” de la MGF tiene una motivación racista y política, y yo simpatizo con este punto de vista: las mujeres adultas de Inglaterra, Australia y otros países — siempre que sean blancas o tengan ascendencia europea — pueden someterse a alteraciones “cosméticas” de sus genitales, como el recorte de los labios (MGF de tipo 2) y la extirpación del clítoris (MGF de tipo 1); mientras que si una mujer morena de ascendencia africana solicita un procedimiento anatómicamente equivalente por motivos de “cultura” o “tradición”, se le negará la operación.

Una mejor ley, en mi opinión, se basaría en el consentimiento informado: los menores (de cualquier sexo) no podrían someterse a una alteración quirúrgica de sus genitales por ningún motivo que no fuera médico; mientras que los adultos (de cualquier sexo, y de cualquier origen cultural) podrían someterse a una alteración quirúrgica de sus genitales por cualquier motivo que estuviera en consonancia con sus propios valores. Tal vez usted esté de acuerdo con este punto, no lo sé. El resultado es que ni siquiera la prohibición de la “mutilación genital femenina” ha tenido mucho éxito en la eliminación de la práctica en sus diversas formas: se aprobó por un sentimiento de conmoción y horror ante el comportamiento “bárbaro” de los africanos/musulmanes, mucho antes de que nadie se tomara la molestia de entender la costumbre en su contexto cultural. Por lo tanto: creo que la alteración quirúrgica no consentida y no terapéutica de los genitales de cualquier niño es moralmente inadmisible,y respaldo los esfuerzos en eliminar estas prácticas. Pero la historia me demuestra que gritar “mutilación” y pedir la “prohibición” no siempre conduce a los resultados que uno espera. Por ello, opto por centrar mis esfuerzoss en construir un entendimiento con las comunidades implicadas, crear un diálogo y cambiar los corazones y las mentes. Su enfoque es diferente, y quizás haya espacio para una serie de estrategias para lograr el cambio social; pero creo que haríamos bien en recordar que recurrir a la fuerza de la ley para cambiar el comportamiento de la gente es solo una herramienta entre muchas otras, y no siempre la mejor.

Un punto más, si se me permite, sobre el término “mutilación”. No utilizo este término para la ablación de los genitales femeninos, ni tampoco para la ablación de los genitales masculinos. He aquí la razón. La mayoría de las mujeres que se han sometido a un procedimiento de corte genital no se sienten mutiladas, ni tampoco la mayoría de los hombres que han sido “circuncidados”. Algunas mujeres sí, y algunos hombres sí, y creo que sus sentimientos están perfectamente justificados, pero son la minoría en ambos casos. Digamos que soy una mujer adulta, y me gusta hacerme piercings en el cuerpo como forma de autoexpresión. Tengo piercings en las orejas, uno en la nariz, y tal vez incluso piercings en los pezones. Ahora decido que me gustaría hacerme un piercing en el capuchón del clítoris, porque, quizás, creo que fomentará la estimulación, o quizás simplemente me gusta cómo queda. Pues bien, el “piercing” en los genitales está definido como “mutilación” por la Organización Mundial de la Salud, y se incluye en la MGF de tipo 4. Creo que es una mala definición: en el caso de la mujer adulta, el piercing se considera una mejora, no una mutilación. Así que el problema no es que el procedimiento sea intrínsecamente “mutilante”, sino que a veces se hace sin consentimiento, en alguien cuyas preferencias sobre sus propios genitales pueden ser diferentes de lo que se ha asumido.

Lo mismo ocurre con la circuncisión masculina. Digamos que soy un hombre adulto y prefiero el “aspecto” de un pene circuncidado. O quizás me he convertido al judaísmo, y me gustaría renunciar a esta parte de mi pene para ser acogido en esa comunidad. Entonces, en ambos casos, no consideraría mi pene como “mutilado”, sino como “mejorado”, y ¿quién podría decirme que estoy equivocado? Por lo tanto, no puede ser que el mero hecho de quitar el prepucio a alguien (o perforar el capuchón del clítoris de alguien) sea “mutilarlo”, en cualquier definición razonable de ese término. Pero cuando cualquiera de estas cosas se hace a alguien que no ha dado su consentimiento, y que puede o no sentirse “mejorado” por el procedimiento, entonces la acción es una agresión corporal. Por tanto, el problema no es la “mutilación”, sino la falta de consentimiento.

Como punto final, una vez más, creo que aquí también hay una preocupación pragmática. Soy de los Estados Unidos, por lo que la mayoría de mis amigos están circuncidados. Algunos se sienten molestos por esto, pero la gran mayoría no. Si mi objetivo es reducir el predominio de la circuncisión en los Estados Unidos, entonces me socavaré inmediatamente si me acerco a todos mis amigos y trato de convencerlos de que han sido “mutilados”. Simplemente no estarán de acuerdo, reaccionarán a la defensiva y dejarán de escuchar mis argumentos. Entonces, ¿por qué no digo “MGM”? Por la misma razón que no digo “¡Prohibámoslo!”. Creo que hacer eso sería contraproducente en ambos casos, al menos en el actual estado de la cuestión.

Referencias y lectura adicional

Earp, B. D. (forthcoming). Assessing a religious practice from secular-ethical grounds: Competing meta-ethics in the circumcision debate, and a note about respect. In Proceedings of the 12th Annual International Symposium on Law, Genital Autonomy, and Children’s Rights. New York: Springer.

Earp, B. D. (forthcoming). Autonomy is not the only game in town … but it is the best game in town. In Protecting Children’s Rights in Europe: Recent Developments. New York: Springer.

Earp, B. D. (in press). Hymen ‘restoration’ in cultures of oppression: How can physicians promote individual patient welfare without becoming complicit in the perpetuation of unjust social norms? Journal of Medical Ethics, in press.

Earp, B. D. (2013). Criticising religious practices. The Philosophers’ Magazine, Issue 63, 4th Quarter, 15–17. [Online as “Islamophobia or fair critique?”].

Earp, B. D. (2011). Can science tell us what’s objectively true? The New Collection, Vol. 6., №1, 1–9.

Brian D. Earp

Brian D. Earp es investigador en el Centro de Oxford Uehiro para la Ética Práctica, Universidad de Oxford, Director Asociado del Programa de Yale-Hastings en Ética y Política de Salud, Universidad de Yale y del Centro Hastings.

--

--

Proyecto Karnayna
Proyecto Karnayna

Written by Proyecto Karnayna

Traducciones sobre los asuntos de los hombres, la izquierda liberal, las políticas de identidad y la moral. #i2 @Carnaina

No responses yet